¿Qué es el fuego y cómo se produce?
El fuego, más allá de la química: una interpretación magnética y atómica que invita a repensar cómo se produce el calor, la luz y la energía en la materia.
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11/11/2025 ― Es posible que alguna vez te hayas planteado qué es el fuego y cómo se produce desde un punto de vista de la física atómica. Y tal vez hayas consultado alguna fuente divulgativa para conocer qué dice la ciencia sobre el fuego.
Artículo basado en el ensayo científico Por qué brillan las estrellas
¿Cómo se produce el fuego desde la física convencional?
Te voy a recordar lo que dice la ciencia: el fuego es la manifestación visible —en forma de llama y calor— de la combustión, que es una reacción química rápida de oxidación y altamente exotérmica. Para que esta reacción se produzca, deben estar presentes simultáneamente tres elementos esenciales, el conocido «Triángulo del Fuego»: un combustible ―el material que se oxida―, un comburente ―generalmente el oxígeno del aire― y una fuente de calor o energía de activación, que eleva la temperatura del combustible hasta su punto de ignición.
Una vez iniciada, el calor liberado por la propia reacción mantiene la temperatura y permite su propagación en cadena —lo que se conoce como el «Tetraedro del Fuego»— generando gases calientes, luz, humo y residuos sólidos.
La ciencia no explica qué ocurre a nivel atómico en el fuego
La ciencia ofrece una descripción correcta sobre cómo se produce la combustión, pero no profundiza en lo que ocurre a nivel magnético dentro del átomo, donde probablemente se encuentra la respuesta del fenómeno.
En mi libro Por qué brillan las estrellas planteo una teoría innovadora sobre la estructura del átomo. Esta nueva percepción explica el origen de la luz, los fotones, la gravedad y el magnetismo. Es evidente que el frío y el calor están íntimamente relacionados con la luz y, por consiguiente, con el fuego. En este punto, mi teoría puede abrir una nueva puerta a la física del fuego para comprender por qué un material arde.
Una nueva visión sobre la combustión de la materia
En el libro detallo la estructura del átomo, pero aquí haré una breve introducción para explicar cómo se produce el fuego.
Básicamente, el átomo es una especie de globo magnético formado por un hemisferio norte y otro sur, con un polo magnético en cada extremo.
Cuando recibe una frecuencia electromagnética alterna que coincide con su frecuencia de resonancia, el átomo empieza a oscilar a esa misma frecuencia, emitiendo a su vez una radiación dentro del mismo rango.
De esta manera se originan las ondas que percibimos como luz y calor.
Cuando un átomo se encuentra aislado, sin que ninguna perturbación magnética lo afecte, se halla en reposo relativo: oscila a una frecuencia tan baja que no llega ni siquiera al rango de los infrarrojos. Eso lo percibimos como frío.
En cambio, cuando acercamos dos átomos lo suficiente, sus campos magnéticos norte y sur intentan acoplarse para estabilizarse. Durante ese proceso, las oscilaciones que generan se manifiestan como radiación magnética, que percibimos como calor.
Podemos comprobarlo fácilmente: cuando frotamos la mano contra nuestra piel, los átomos de la superficie se ven forzados a interactuar y sentimos calor.
Del mismo modo, al frotar dos palos de madera, las moléculas se presionan hasta que sus campos magnéticos entran en conflicto y se libera energía térmica en forma de ondas de radiofrecuencia. Incluso en procesos tecnológicos —como en los frigoríficos o aires acondicionados— la compresión y evaporación de gases muestra cómo las variaciones de presión magnética se traducen en frío o calor.
El fuego a nivel atómico
Cuando aproximamos lo suficiente un átomo de carbono y uno de oxígeno, ambos tienden a unirse. En ese proceso, sus campos magnéticos, al intentar adaptarse, oscilan con tanta velocidad que emiten radiación en el rango infrarrojo.
Si en lugar de dos átomos son muchos los que interactúan, la intensidad aumenta y las ondas se extienden a un espectro más amplio, que puede llegar al rango de frecuencias visibles.
En ese punto, la combustión es total y la llama es el resultado visible de la transformación de los átomos originales en nuevas moléculas.
Podríamos decir que el fuego es una reconfiguración magnética colectiva, donde los campos atómicos liberan su exceso de tensión en forma de ondas de luz y calor.
Comprobación empírica de mi teoría
Podemos realizar una sencilla comprobación experimental: En un frasco hermético lleno de oxígeno puro introducimos limaduras de hierro. El contacto directo entre el hierro y el oxígeno provoca una incandescencia casi inmediata, incluso con mínima energía de activación.
Este comportamiento muestra cómo los campos magnéticos de ambos elementos entran en resonancia sin necesidad de una chispa externa.
Si en lugar de limaduras de hierro pudiéramos disponer de átomos de carbono aislados, la intensidad de la resonancia entre ambos átomos sería mucho mayor, y la incandescencia resultante podría llegar a un nivel explosivo.
Este experimento apunta que la química no es el verdadero protagonista del fuego, sino el reajuste magnético entre los campos atómicos de los elementos implicados.
Una observación final
Si en la Tierra la atmósfera estuviera compuesta únicamente por oxígeno y la presión atmosférica fuera mucho mayor que la actual, los bosques arderían por combustión espontánea. En esas condiciones, los campos magnéticos de la materia estarían tan comprimidos que cualquier mínima perturbación desencadenaría una reacción en cadena.
El fuego, en esencia, no sería una reacción química, sino la liberación natural de tensiones magnéticas acumuladas.
Conclusión
El fuego no nace del oxígeno ni del carbono, sino de la energía desencadenada al acoplarse los dos campos magnéticos de los átomos. Por tanto, el fuego es la expresión visible de un reajuste energético en busca de equilibrio. Cada llama es el testimonio luminoso del esfuerzo de cada átomo por estabilizar su propio campo magnético.
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La ciencia avanza cuando se atreve a mirar donde nadie más mira. Durante siglos, el fuego se ha explicado como una simple reacción química de combustión, pero toda teoría es, por definición, provisional. Cerrarse a nuevas interpretaciones ―como la que propone un origen magnético y atómico del fuego― es negar la esencia misma del pensamiento científico.
Las grandes revoluciones del conocimiento nacieron siempre de ideas incómodas: el heliocentrismo, la relatividad o la mecánica cuántica fueron, en su momento, herejías intelectuales. Hoy sabemos que los límites entre la química, la física y el electromagnetismo son más difusos de lo que creemos.
Explorar el fuego desde la perspectiva de los campos magnéticos del átomo no es negar la ciencia, sino ampliarla. La curiosidad y el escepticismo son motores gemelos del progreso. Porque solo quien se atreve a dudar puede descubrir nuevas verdades ocultas tras la llama.
