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La nueva física de la luz


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Extracto de mi libro © «Por qué brillan las estrellas»

18/9/2025 ― Hoy te dejo el capítulo completo de mi ensayo científico sobre la física de la luz publicado en el libro «Por qué brillan las estrellas». No intentaré convencerte de mi teoría, pero sí que me gustaría crearte algunas dudas para que cuestiones algunos aspectos del conocimiento actual.




¿Qué es la luz?



Introducirnos en el mundo oscuro de la luz es una aventura apasionante, porque nada es lo que parece. La luz no es visible, no se refleja y para colmo, nadie sabe qué son los fotones. Pero tranquí, antes de que termines de leer el libro, aplicando mi teoría tendrás una idea bastante clara sobre la naturaleza de la física de la luz.



Uno de los aspectos que me encantan de los estirados es cuando se ponen estupendos explicando lo que ellos no entienden. Algunas de las definiciones generalizadas de la ciencia actual sostienen que la luz, o luz visible, se refiere comúnmente a la radiación electromagnética que puede ser detectada por el ojo humano.



Pues bien, tal como irás descubriendo a lo largo de mi trabajo, comprobarás mi discrepancia con este planteamiento. La radiación electromagnética u «ondas de campos magnéticos alternos», como deberían llamarse, no es visible para el ojo humano. La prueba es que toda esa radiación pasa por delante de nosotros de forma continua en múltiples direcciones sin que la veamos. Esto no es una hipótesis, sino un axioma: la supuesta luz visible es, de hecho, invisible.



La física de la luz ha llevado de cabeza a la humanidad a lo largo de la historia y, como verás, seguimos en ello. Las primeras teorías sobre la naturaleza de la luz datan de hace 2400 años en la antigua Grecia. Algunos de los filósofos griegos más relevantes pensaban que vemos los cuerpos porque emiten luz, un enfoque que, según mis conclusiones, no iban muy desencaminados. Entonces, ¿por qué vemos los objetos? Cuando los campos magnéticos de un átomo oscilan a una frecuencia determinada, emiten una radiación magnética. Esta viaja en todas direcciones sin consecuencias.



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No obstante, si estas ondas tropiezan por casualidad con un átomo, en el que su campo magnético es capaz de resonar a esa misma frecuencia, entonces entra en oscilación emitiendo una nueva onda magnética alterna a la misma frecuencia.



Siguiendo esta misma dinámica, si por azar una onda llega a nuestros ojos y, si además disponemos de átomos o moléculas capaces de resonar a esa misma frecuencia, esa señal será conducida a través del sistema nervioso hasta nuestro cerebro, donde se procesará esa información para recrear una imagen.





De todo este proceso deduzco que, en realidad, lo que vemos son los átomos que están resonando a una frecuencia determinada.



¡Vamos a observar una hoja de un árbol! Cuando contemplas una hoja iluminada con luz blanca, la percibes de color verde. Esto sucede porque sus átomos y moléculas son capaces de resonar «solo» a la frecuencia del verde y estos, envían «solo» esta frecuencia a nuestros ojos. El resto de las frecuencias siguen sus caminos sin consecuencias visuales. Observa que con anterioridad te he dicho «átomos y moléculas». Sí, como te comento a lo largo del libro, cuando varios átomos se unen para formar una molécula, sus campos magnéticos se sincronizan, actuando como un solo campo magnético.



Por lo tanto, mi planteamiento sostiene que los átomos se comportan en realidad, igual que los repetidores de radiofrecuencia, similares a los puntos de acceso wifi a los que estamos tan acostumbrados.



En consecuencia, los átomos no son espejos como afirma la ciencia, no reflejan ciertas frecuencias y las otras las absorben. ¿Dónde las absorben? Aunque este planteamiento ha sido válido hasta la actualidad, no aguanta el rigor científico.



Te propongo otro experimento. Imagina que nos encerramos en una habitación oscura con múltiples objetos y los iluminamos con una luz roja. En ese caso, los elementos los percibirás con unos tonos oscuros, y solo resaltarán los objetos que, algunos de sus átomos o moléculas, sean capaces de resonar a la frecuencia del emisor. Si consiguiéramos una luz roja pura de una frecuencia única y cuerpos con átomos que resuenen solo a esa frecuencia, entonces lo veríamos todo negro, diferenciando claramente los objetos rojos.



Si hace unos años, alguien me hubiera hecho la pregunta trampa, ¿sabes que los átomos se pueden ver a simple vista?, mi respuesta torpe habría sido instantánea: eso es imposible. Pues ya ves, los átomos los vemos a simple vista, en concreto aquellos que emiten en un rango de frecuencias en las que son capaces de resonar nuestros átomos oculares.



Para enriquecerte un poco más con mis conceptos sobre la física de la luz, te comentaré: cuando la energía de una frecuencia de campos magnéticos alternos se transfiere a un elemento resonante, sufre ciertas pérdidas en la transmisión. Es una ley básica de física.



Si aplicas mi principio a un suceso muy cotidiano, lo comprobarás enseguida. Recrea visualmente un amanecer, imagina la escena que tantas veces has presenciado: el Sol está a punto de despuntar por el horizonte. En ese instante aún no lo vemos. En cambio, la atmósfera se encuentra iluminada debido a que cada átomo ―y molécula― del aire transmiten la luz de átomo en átomo. Si analizas la luminosidad atmosférica, contemplarás que decrece a medida que se aleja de la zona donde aparece el Sol. Esto se debe a las pérdidas de energía magnética al transferirse de átomo a átomo. Como podrás analizar, mi concepto de la luz encaja perfectamente con la observación de un amanecer y la dispersión de la luz.



Se me ocurre otro ejemplo que tal vez te resulte más comprensible. Si entras en un túnel oscuro, advertirás que la «luz ambiental» penetra cada vez con menos intensidad. Pongamos que llega unos 50 metros. Si realizaras el mismo experimento con la ligera atmósfera de la Luna, comprobarías que apenas alcanzaría un par de metros. Creo que esto es una prueba irrefutable de que la luz se propaga en la atmósfera de átomo en átomo, o de molécula en molécula, tal como mantengo en mi trabajo.



Recreemos ahora la escena con los conceptos de la física actual. Recuerda que la ciencia afirma que la luz llega hasta un objeto y refleja la frecuencia de su color, mientras que absorbe el resto de ondas. Pues bien, imagina que está amaneciendo; aún no vemos el Sol, ¿y por qué se ilumina la atmósfera? Si aceptamos la versión de la ciencia académica, las ondas de luz deberían reflejarse en todas las moléculas de la atmósfera, retornando de nuevo hacia el Sol, pero no hacia nosotros, que estamos en sentido contrario.



Ahora imagina la escena anterior con el Sol despuntando. Es evidente que podremos verlo. ¿Y por qué lo veremos? Quizás pienses que las ondas solares llegan hasta nuestros ojos, esquivando miles y miles de millones de átomos de la atmósfera que se interponen entre el Sol y nosotros. Eso es imposible. La ciencia se equivoca. Más pronto que tarde, todas las ondas que atraviesan la atmósfera impactarán contra las moléculas del aire que, en teoría, deberían reflejarse de nuevo hacia el Sol, y por lo tanto no lo veríamos.



Como puedes observar, la explicación de la ciencia se sostiene con pinzas y no aguanta las dudas razonables que cuestiono en mi exposición.



Todas las revoluciones científicas atentan contra el espacio de confort de los científicos, pero es necesario incomodarse un poco, porque hasta el momento, en ese espacio de confort donde se encuentra la ciencia, no se han conseguido desvelar todos los enigmas esenciales del mundo que nos rodea. ― Juan Vicente Santacreu



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Las ondas de radiofrecuencia o electromagnéticas ― Como en muchos aspectos del conocimiento científico, existen muchos fenómenos que sabemos controlarlos, incluso generarlos, pero desconocemos la esencia más intima de su mecánica cuántica.





Aspectos científicos:

2211 - Por lo tanto, la colaboración internacional y la difusión del conocimiento científico son esenciales para enfrentar los problemas globales de manera colectiva.


♦ Algunos datos curiosos ►

Hablar de la luz es introducirse en un terreno lleno de paradojas y contradicciones. La ciencia oficial insiste en definirla como «radiación electromagnética visible para el ojo humano», pero esa afirmación es, en sí misma, un sinsentido. La radiación electromagnética no se ve; simplemente interactúa con la materia y produce efectos que luego interpretamos como visión. Si de verdad fuese visible, deberíamos contemplar constantemente las ondas que nos rodean, y eso no ocurre. La realidad es contundente: la luz no se ve, solo percibimos las consecuencias de su interacción.





Lo curioso es que muchos científicos repiten definiciones heredadas sin detenerse a cuestionarlas, como si bastara con recitar un dogma. Mi postura es clara: la llamada «luz visible» es en esencia invisible, y confundir radiación con percepción es un error de base. Recuperar esta distinción no es un capricho, sino un paso necesario para comprender la verdadera física de la luz.



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